Discurso Congreso 03.02.16
Señor gobernador, reciba por mi conducto, el saludo y los respetos del Instituto Campechano.
Diputado Presidente, Lic. Ramón Méndez Lanz, gracias por la organización de esta ceremonia de historia, aquí, en el recinto mayor de este poder.
Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia, Lic. Carlos Felipe Ortega Rubio.
Alcalde, diputados de la LXII legislatura, personal del Congreso, Rectores, Secretarios del gabinete estatal, Secretaria General, Consejo Superior y trabajadores del Instituto Campechano, laureados con la presea Lic. Guillermo González Galera, ex directores y ex rectores del Instituto, invitados especiales, distinguidos asistentes, amigos de los medios de comunicación, campechanos.
Teniendo presente nuestra estirpe, expreso entonces con pasión jesuita, humildad franciscana y determinación juarista, el agradecimiento a nombre del Instituto Campechano, por esta altísima distinción que nos ha tocado el privilegio de recibir.
En un momento como éste, nobleza obliga, debemos evocar la vida de aquel Campeche y prohombres del ayer, y que en la memoria deben ser tan de hoy.
Al primer gobernador, Lic. Don Pablo García y Montilla, al primer Rector, Lic. Don Tomás Aznar Barbachano, a los otros 45 rectores y directores predecesores, y a los miles de maestros, trabajadores, alumnos y egresados, de antaño y hogaño que han transitado, por 156 años, en los espacios del Instituto.
Reflexionemos, el Instituto Campechano, se cuenta entre los linajes fundacionales del estado.
Es una de las instituciones de más largo aliento en nuestra historia.
Pretérito incluso en 748 días, a la formalización del estado mismo por el Presidente impasible – como lo describió de manera espléndida otro notable coterráneo – es uno de los primeros cimientos hincados por los pioneros, con la gran visión, al promulgar la ley del Instituto, de crear y asegurar la identidad singular del naciente estado.
Crisol formador, y uncido siempre a la historia campechana, a veces como espectador, otras como actuante.
Nacimos en la Colonia, y hemos visto transcurrir órdenes religiosas, sus expulsiones y supresiones, clero seglar, mecenazgo criollo, Independencia, Primer Imperio, Constitución de 1824, embrión de República, Santanismo, Primera Intervención Francesa, la ley Lerdo de Desamortización, la Reforma y su guerra, Constitución de 1857, Segunda Intervención Francesa y el Segundo Imperio, Restauración de la República, semilla primigenia náutica del país, Porfiriato, Revolución, Maderismo, Decena Trágica, continuación de la Revolución, caudillos, primeros jefes, Constitución de 1917, maximatos, consolidación del proyecto de nación, el 38, exilio español, boom económico de los 50, el 68, el 85, el 94, la web, el cabalístico cambio de milenio, la alternancia democrática, las redes sociales, el cambio climático, todo ha concurrido o reverberado en él.
Es tal el poder y vigencia, de esa idea y visión, que en mayo pasado, 155 años después, el entonces diputado José Eduardo Bravo Negrín, promovió la iniciativa que hoy se concreta.
Inscribir el texto, Benemérito – digno de galardón, que lo ha merecido bien – Instituto Campechano, en el muro de honor de este ámbito, agregándose a un listado de conspicuos, es un reconocimiento máximo a la institución, que ha sido, lo podemos decir con certeza, el sanctasanctórum del subconsciente de la identidad campechana.
La constancia documental de este momento, ocupará espacio de honor en la sala rectoral, del edificio central histórico.
Distinguida representación del pueblo, permítanme aprovechar este momento de privilegio del uso de la voz, para hacer un planteamiento, y como proemio, citar los dos artículos iniciales del decreto de creación del Benemérito, del 26 de octubre de 1859.
Pablo García y Montilla.
A los habitantes, sabed.
Art. 1. Se establece en esta capital un colegio de segunda y alta enseñanza bajo el nombre de Instituto Campechano, en el edificio que originalmente fue convento de jesuitas y en el que después ha estado el colegio clerical de San Miguel de Estrada.
Art. 2. El Instituto Campechano estará bajo la vigilancia del Gobierno del Estado y bajo su inmediata protección y la del Ayuntamiento de esta capital.
En este momento, el Instituto reconoce públicamente el cumplimiento de la esencia de este segundo artículo, al gobernador Alejandro Moreno, quien se ha constituido en vigilante y protector de su alma mater, siendo digno heredero en décima primera generación – de acuerdo a la connotación gassetiana del término – de don Pablo García.
Señoras y señores diputados, el decreto de autonomía del Instituto del dos de febrero de 2010, fue un gran paso.
La propuesta, ahora, es dar el siguiente para fortalecerlo.
Y una vez más, las respuestas del futuro se encuentran en el pasado.
El prócer García, poco después de su fundación, para darle viabilidad, cedió, mediante decreto, al Instituto Campechano, las herencias vacantes y los bienes mostrencos.
Sin embargo, pronto, los afines al imperialismo, temporalmente vencedor, al advertir la conversión del Instituto en el último reducto de la desigual pelea, entre la mente y las ideas de los liberales y heroicos patriotas, contra la espada y el fuego del franco invasor y sus secuaces, abrogaron tal decreto.
No ahítos con agostar la hacienda del Benemérito, la sevicia demostró no tener límites; pretendieron incluso cambiarle el nombre y darle dependencia peninsular al Instituto, y sólo gracias al valor, la templanza y a la convicción en el desacuerdo, por parte del Lic. Juan Méndez Ojeda, a la postre tercer rector, ello no sucedió.
Soberanía, movamos el péndulo de la historia y enmendemos ese renglón torcido de villanía.
Analicen la posibilidad de retomar el espíritu de la legislación del padre fundador García y Montilla, y con esta fuente de patrimonio – que no implica carga impositiva adicional para la ciudadanía – apoyar al Instituto Campechano y extender ahora el beneficio también, a los nobles fines de la Asistencia Social, que en aquellos ayeres no existía como tal.
O alguna otra opción de apoyo al Benemérito, que esta legislatura pueda considerar.
Ya es el momento, recordando a Unamuno, de procurar ser más padres de nuestro porvenir, que hijos de nuestro pasado.
Demos los pasos definitivos de solidez, para planear con soportes firmes, la identidad y el futuro de los años por venir del Instituto, y logremos juntos, conducidos por el liderazgo de nuestro gobernador, hacer realidad, de que para nuestra madre nutricia, también lo mejor, está por venir.
Per áspera ad astra.
Un pasado de gloria y un presente de luz.
Gracias por su atención.
Dr. Fernando Sandoval Castellanos.